Eloy (desde Madrid, en Tchipa, la historia olvidada), considera que las batalllas de Cuito-Cuanavale hay que verlas dentro del contexto de la guerra, y Manchiviri coincide con él en más de un punto. Escribe Eloy que “el comienzo de las conversaciones cuatripartitas hacen innecesarias (innecesario) el envío de tropas cubanas a Cuito-Cuanavale”. (Es un hecho indiscutido que las tropas cubanas tomaron parte activa en la batalla mucho antes, incluso, de que fuera admitido por el Gobierno cubano). A no ser que se refiera al envío de tropas cubanas contra el bastión de Savimbi en Jamba inmediatamente después de la “victoria”de Cuito-Cuanavale. Pero la justificación que esgrime es insostenible: “Si quedaba la UNITA en Cuito Cuanavale era cuestión de las FAPLA y el gobierno de Angola”.
Precisamente, porque hay que apreciar la mal llamada “Batalla de Cuito-Cuanavale” dentro del contexto general de la intervención cubana en Angola es que tampoco los argumentos de Manchiviri en apoyo de Eloy son válidos.
“El mantenimiento de la soberanía del MPLA sobre la nación angolana, en su lucha contra la UNITA siempre fue asunto entre angolanos.” La misma falsedad expresada una y mil veces por el Gobierno cubano. Si así hubiera sido, ¿por qué ya desde los primeros meses de la intervención, retirados los sudafricanos, las tropas cubanas se dedicaron a perseguir y combatir a la UNITA? ¿Por qué la “Lucha contra Bandidos”, como le llamaban? Nunca, jamás, las tropas cubanas se limitaron a pelear contra los invasores extranjeros. Por el contrario siempre se jugaron totalmente por la consolidación del régimen del MPLA, por la ideología marxista-leninista, por la “dictadura del proletariado” por encima de cualquier otro movimiento político o guerrillero. ¿O es que ya se nos olvidaron los adoctrinamientos ideológicos a los que éramos sometidos los militares, los oficiales y miembros del Partido Comunista, o cubanos en general?
“La injerencia de cubanos y surafricanos, unos apoyando a las SWAPO y otros a la UNITA, debe verse así y no de otra forma. La única diferencia consiste en que, mientras las SADF penetraban en territorio angolano, jamás las tropas cubanas hicieron lo mismo en Namibia.” Sería ingenuo considerar que tanto Cuba con el MPLA, como la RSA con la UNITA, sólo pretendían que ambos movimientos o grupos político-militares resolvieran sus diferencias entre sí. ¿Jugándose hasta la vida de sus soldados en acciones directas de apoyo a uno u otro, hasta el punto de llegar a una guerra? Y no entiendo cómo, nunca he entendido, cómo las tropas sudafricanas, que aparecen siempre como perdedoras en el conflicto, incursionaban en Angola y las victoriosas tropas cubanas jamás se atrevieron a penetrar directamente en territorio namibio. No me vengan con el cuento de que en una guerra hay contendientes caballerosos y respetuosos de tales principios éticos.
“El desplazamiento de la División 50 desde Lubango hacia Ruacaná por el Flanco Sur Occidental del Frente Sur responde a la necesidad de atacar a las SADF por donde menos se lo esperaban”. ¿Por donde menos se lo esperaban? No hay que ser un estratega para darse cuenta, al conocer sólo un poco de la geografía angolana y las condiciones de la época, que un contra-ataque cubano sólo era posible por esa zona. Sólo para un tonto hubiera sido inesperado un “ataque”en esa dirección (entrecomillo porque no hubo tal, sólo se trató de un “avance” por zonas de las que se había retirado previamente por su propia voluntad.
Finalmente: en las negociaciones ni los sudafricanos decidieron retirar sus tropas del llamado “Flanco Sur Oriental del Frente Sur” porque ya las habían retirado, ni los cubanos decidieron retirar sus Mig-23 de Cahama: las exigencias impuestas y aceptadas por los negociadores cubanos reclamaban la retirada inmediata de los Mig-23 y el retiro posterior de las tropas hasta la altura de Huambo.
Finalmente concluye Eloy: “Aún existiendo un empate en esa región desde el punto de vista estratégico fue una brillante victoria FAPLA-SWAPO-Cuba”. Bueno, ya aquí asoma detrás del disfraz de abuelita la oreja peluda del lobo, como en la Caperucita, que era roja.