Para intentar aproximaciones a esa historia tergiversada y truncada, es que hacemos este blog. Cada cual tiene su particular visión de la guerra, pero generalmente es una visión anecdótica, fragmentada, su apreciación personal a partir de un determinado espacio físico, de un período dado, de una circunstancia personal. La falta de comunicación, de transparencia -glásnot decían los rusos- y la manipulación intencionada del régimen, distorsionan aún más esa visión. Sólo la recopilación, el estudio, el intercambio de experiencias, la decantación, hará posible una escritura más aproximada a la realidad de la guerra. Un país en guerra durante más de una década es un escenario demasiado complejo y fragmentado para que pretendamos construir una imagen exacta desde el entorno, las circunstancias y el punto de vista de un espectador. Generalizar no es bueno. Y es sabido que en Angola cada unidad, cada jefe, se adaptaba a sus particulares criterios, necesidades, conocimientos, etc, para llevar a cabo las tareas que les eran exigidas, e incluso aquellas que adicionalmente consideraban necesarias.
Yo vi a oficiales disparando desde sus blindados contra sus propios soldados. Yo vi camiones cargados de hombres pasando por terrenos sospechosos de estar minados para abrirle paso seguro a oficiales de alto rango. Pero no en todas partes fue así. Y seguro estoy que habrá lectores que lo considerarán una exageración, cuando no una mentira. Y por supuesto, no tengo pruebas de ello. ¿Una foto, una entrevista a los afectados o simplemente anotar sus nombres y direcciones para intentar localizarlos 30 años después? Nadie pensaba en eso entonces, ni nadie se atrevía a hacerlo. Y si alguien lo intentaba, seguro estoy que lo “persuadían” de olvidar el asunto.
Se le reprocha implícitamente a Fariñas, por ejemplo, que diga que los cubanos torturaron en Angola o cometieron crímenes de guerra. Y se le exigen pruebas, claro. Y otros escriben diciendo que en Angola los soldados cubanos éramos angelitos porque en su unidad militar específica se rezaba el Padrenuestro todos los días. Afirmar que las tropas cubanas iban al combate embriagadas por el alcohol quizás sea una exageración, pero decir que no bebían alcohol porque eran buenos chicos abstemios es también otra. En mi unidad -volvemos a la anécdota- nos tomábamos hasta el vinoseco de la cocina y el agua de colonia que encontrábamos, por no hablar de la bulunga y cuanto brebaje embriagante nos ofreciera cualquiera, negro, blanco, cubano o chino. Y en cuanto al recurso de utilizar el alcohol para estimular el “patriotismo” y el “valor” de la masa, el régimen tiene experiencia. La mayoría de las “actividades culturales” o celebraciones deportivas y políticas en Cuba incluyen, desde los albores del castrismo, de la infaltable bebida alcohólica -recordar las “pipas” de cerveza, el ron al menudeo y otros etcéteras-. A los reclutas en Cuba muchas veces se nos daba ron para que pudiéramos soportar, por ejemplo, las largas jornadas de corte de caña en los años setenta o los extenuantes entrenamientos de la llamada “preparación combativa”. Pero nuestra idiosincracia tiende a la exageración: luego, con el cambio de nuestras personales circunstancias, cambiamos nuestra apreciación: para unos nos alcoholizaban para construir el socialismo, para otros eso era un pequeño detalle que no hay que tomar en serio.
Quizás nunca sepamos toda la verdad sobre la guerra de Angola. Habrá que esperar la caída del régimen para comprobar si existen evidencias en los archivos y en las bocas calladas que entonces se abrirán… si el régimen no las borra antes o las ha borrado ya.